Pintura elaborada por una interna del penal acusada de pertenecer a Sendero Luminoso.
Ser madre se presenta como el uso irrefutable de la libertad. Esta es una condición biológica que muchas mujeres asumen y anhelan, pero ¿qué sucede cuando esa libertad se encuentra tras las rejas? ¿Qué sucede cuando no puedes ejercer plenamente ese deseo? La maternidad no es una condena, es una dicha, pero en el Establecimiento Penitenciario de Máxima Seguridad de Mujeres en Chorrillos ser madre se presenta como una afrenta a las leyes y a la condición de apresada que debes acatar.
Los
muros contienen y se apropian de la libertad. La infancia se perfila como una
etapa decisiva en el desarrollo de las capacidades físicas, intelectuales y
emotivas en todo ser humano, etapa que debe ser acompañada de dicha y libertad.
La cárcel, por el contrario, custodia y recluye la libertad de las internas y
de sus pequeños, aquellos que las acompañarán durante los primeros tres años de
sus vidas.
Entrada del penal de Chorrillos
La
puerta del penal de Chorrillos colinda muy de cerca con la Av. Huaylas, la
vereda que se halla entre estas es casi inexistente, sobre todo los sábados.
Ese día se abarrotan las mujeres y forman una larga fila esperando la apertura
de ese portón plomizo y vetusto.
La
puerta se abre y la rutinaria identificación comienza. DNI, ¿a qué pabellón va?
¿A quién viene a visitar? Somos marcadas con un plumón con el número de visita
correspondiente. Nuestro antebrazo se llena de números, un sello del INPE y otro
sello que siempre emula algún recuerdo infantil. Esta marca es la que debes mostrar
al ingresar y salir de la cárcel, es la marca que te diferencia de las mujeres privadas
de su libertad.
Los
escotes no están permitidos. La falda debe estar debajo de la rodilla. Es mejor
cubrirse de los ojos libidinosos de los guardias y de alguna interna que haya
desviado sus gustos sexuales.
La
revisión comienza. No se permiten celulares, llaves, armas de fuego, elementos
punzo-cortantes. Los paquetes pasan por una máquina de rayos X, al igual que en
los aeropuertos, y son revisados con premura.
Hay muchos que esperan su turno.
Solo
pueden entrar 5 manzanas, nada más.
Pero
señor, yo no vengo nunca, es la última vez que traigo esa cantidad.
El guardia la piensa dos veces; es que las
internas pueden macerar las manzanas y convertirlas en licor.
"¿A
qué pabellón va?”
Al
pabellón A
Ya,
pase, pero que sea la última vez.
El
pabellón A es al que me dirijo y en donde están recluidas las sentenciadas por
el delito de terrorismo, por pertenecer a Sendero Luminoso. Existe una cierta diferenciación
entre las internas autodenominas políticas y las comunes. Las primeras llevan
una vida ordenada, por lo que he observado, tienen un horario establecido, leen
todo lo que llega a sus manos, organizan grupos de estudios y todas desarrollan
algún tipo de arte, sea pintura, escultura, danza o teatro. Las segundas se
dedican más a los oficios manuales, generan ingresos para su familia, realizan
sus quehaceres individuales y no forman parte de un frente unificado.
Atravieso
otra puerta. Un cuarto pequeño se cierra y la revisión personal comienza. Me
palpan los senos para asegurarse de que no esconda nada en el sostén. La
guardia pasa sus manos por mi parte púbica, verificando que no transporte alguna
sustancia o cosa prohibida dentro del penal.
Para
traspasar el último umbral enrejado hay que mostrar las marcas dejadas al
inicio, se presentan como un pase privilegiado.
Veo
los primeros indicios de presencia infantil en este lugar lúgubre. Un sube y baja,
un tobogán y un columpio encima de un pasto marchito son los juegos que forman
parte de la pequeña zona recreacional destinada a los infantes, ubicada en el
exterior de los pabellones.
…
Iris
Quiñones tiene dos hijos. El mayor lo tuvo cuando gozaba de libertad, mientras
el segundo fue concebido tras las rejas. Ella accedió a dar testimonio de cómo
vivió su gestación y maternidad en la cárcel. Ser madre es un hecho que
persigue y condena a estas mujeres, por ello el tratamiento que se le da al
tema debe ser cuidadoso.
- Un
día vinieron unas chicas de la Facultad de Psicología de la PUCP diciéndonos
que querían hacer un estudio sobre nosotras y nuestro papel como madres.
Aceptamos, pero al recibir el cuestionario la primera pregunta que se nos hacían
era “¿Fueron obligadas por el Partido a abandonar a sus hijos?”. Decidimos no
responderles.
Reclusas senderistas realizan un homenaje a su líder Abimael Guzmán en uno de los pabellones del penal Miguel Castro Castro, en Lima. La fotografía fue publicada el 30 de julio de 1991.
Es
una idea preconcebida arraigada en las entrevistas a las mujeres de Sendero
Luminoso, que han sido catalogadas con duros adjetivos, sobre todo al momento
de analizar su rol como madres y su decisión de separarse de sus hijos. ¿Por
qué no responder a esta pregunta? Iris me aclara su decisión.
-
No,
yo no he sido obligada a involucrarme en este movimiento revolucionario. Nadie
me obligó a dejar a mi hijo. Si yo tuve que dejar a mi hijo fue por una
necesidad, estaba siendo perseguida, buscada, vivía en una incertidumbre y me
podían detener en cualquier momento; por eso opté por dejar a mi niño en casa
de mi hermana.
Quienes
opinan que las mujeres que tuvimos alguna participación en el conflicto armado
éramos como robots, que solo nos movíamos porque recibíamos ordenes, están
equivocados. Si me incorporé fue porque mi conciencia política me llevó a ello,
sin esperar nada a cambio. Quise cambiar la sociedad y cambiar el mundo en
beneficio de los demás. Por ello, no estuve de acuerdo con ese tipo de
pregunta.
Iris
es alta, una de las más altas entre sus compañeras. Tiene el cabello corto y
algo canoso. Me habla segura, pero sobre todo con la convicción que las
caracteriza.
El
patio del pabellón A es un rectángulo descampado, plagado de sillas, mesas y
toldos rústicos levantados para cubrirse del polvo, el sol, la lluvia y frío.
Sexualidad discriminada
Existe
una gran diferencia entre las condiciones carcelarias de hombres y mujeres. Los
primeros pueden recibir libremente a sus parejas en ambientes asignados y tener
relaciones íntimas.
A
las mujeres esto se les niega y deben solicitar el beneficio de la visita íntima,
trámite que puede tomar una eternidad y que depende de la decisión subjetiva de
la asistenta social.
-
Aquí
en el penal sufres por la persecución que hacen las técnicas de seguridad. El
hecho de tener una pareja lleva a que en cada momento miren en dónde estás. Si
te ven dándole un beso a tu esposo, poniendo tu cabeza en su hombro y
abrazándolo, vienen y te llaman la atención. Los días domingos varias de las
técnicas rondan las celdas, abren las puertas y entran a revisar hasta el baño.
Los
domingos son los días de visita de los varones. Ese día, la vigilancia se
concentra en proteger la sexualidad de las internas, evitar la copulación, la
procreación.
En
el penal de varones Miguel Castro Castro las mujeres se pasean libremente por
las celdas de los internos. Se besan, se abrazan, se quieren y nadie les dice
nada. ¿Por qué se les niega lo mismo a las mujeres?
Mientras
converso con Iris diviso a pocos metros una peculiar celebración con chizitos,
chifles, popcorn y caramelos de colores colocados en platos vistosos, gelatina en
vasitos y una pequeña torta de cumpleaños.
La
agasajada es una de las niñas que ha alcanzado los tres años viviendo en este
recinto. Me acerco. Es la hora de cantar el clásico happy birthday, pero aquí
la tradición es otra, y aunque los pequeños aprecien más la canción comercial
se canta:
“El
mundo es de ustedes
Y
de nosotros
Pero
al fin y al cabo de ustedes
Llenos
de vigor y vitalidad van iniciando la vida
Como
el sol a las 8 de la mañana
Jóvenes
son nuestras esperanzas”
Esperanza
para las nuevas juventudes que traspasarán las fronteras.
La inmoralidad de un embarazo
Para
Iris, asumir y dar a conocer su embarazo no fue nada fácil. En el año 2007 se
retiró el beneficio de la visita íntima mediante resolución directoral debido a
una mala interpretación. En el Decreto Legislativo 927 se señala que las
internas solamente tenían dos beneficios penitenciarios; redención de la pena
por estudio y trabajo, y liberación condicional por las tres cuartas partes de
la pena. La interpretación tuvo como consecuencia la anulación de la visita
íntima, a pesar de que la interna mantenía una relación estable y legal.
La
concepción fue secreta, pero el resultado no se pudo ocultar. Cuando Iris
informó a las autoridades sobre su estado, una serie de citaciones atenuantes
se llevaron a cabo. La directora del establecimiento penal, la jefa del órgano
técnico, la jefa de seguridad, la doctora del penal y el secretario del órgano
técnico fueron algunos los jueces frente a los que rindió su manifestación.
Se
pedía castigo— que la intervención de la Defensoría del Pueblo impidió— por una
procreación oculta. Una sanción que iba en contra del embarazo, en contra de la
criatura que crecía mes a mes en un vientre encarcelado.
Edith
Velásquez es otra interna que accede a darme su testimonio. Ella es risueña. Sus
cabellos negros y esponjosos contrastan con su rostro redondo y rosado. Irradia
simpatía al hablar de la dicha más grande en su vida: su hijo.
Tras
muchos años de reclusión, el deseo de ser madre creció, así como la
preocupación y los miedos. Ella tuvo que someterse a un tratamiento especial ya
que le diagnosticaron endometriosis y miomatosis uterina, problemas que le
imposibilitaban ser madre. Durante un año estuvo en tratamiento, pero la visita
íntima seguía restringida.
Las
autoridades conocían el deseo de Edith de ser madre pues ella solicitaba
permisos para trasladarse a la clínica. Ella pensaba en una concepción natural, pero era imposible hasta
que la visita íntima se restableciera.
Tomó
una decisión. Se embarazó mediante una técnica asistida y comunicó su estado a
las pocas horas de saber el resultado. Un tormentoso rechazo acompañó la
alegría de una nueva vida. Odio y malestar fue lo que percibió Edith de parte
de las autoridades. “¡Qué hiciste!”, le increparon. “¿Acaso para ellos era el peor delito?”, se
pregunta y recuerda la absoluta despreocupación de las autoridades ante la
amenaza de aborto que se le presentó.
El
médico y abogado tuvieron que insistir para que Edith fuera atendida de
emergencia. En este caso la sanción llegó: no recibir visitas por un mes. Los
siguientes siete meses permaneció en cama en reposo absoluto.
El parto
Los
controles establecidos para cualquier mujer gestante no son comunes en la
cárcel. Iris recuerda que veía a su ginecólogo cada quince días y se angustiaba
cuando no escuchaba los latidos del bebé.
En
cada visita los, los doctores eran diferentes y las opiniones también. Siempre
una nueva historia y nuevos consejos para el parto.
Enmarrocada
de pies y manos, con riesgo de tropezar y caerse, una vez la llevaron a la
Maternidad de Lima para hacerle una ecografía y verificar la salud de su hijo.
Ese
día a Iris le indujeron el parto y se le practicó una cesárea. Su bebé era
macrosómico, superaba los 4 kilos y no podía salir por el canal vaginal.
Faltaron
comprensión y entendimiento. Al día siguiente, se presentó el personal del INPE
para esposarla de uno de sus pies a la cama. Para Iris, esto se debió a que no
contaban con personal suficiente o simplemente no les daba la gana de vigilarla
y optaron por lo más fácil: encadenarla.
Recuerda
que esto la indignó. Su bebé lloraba y ella no podía hacer nada. A su lado, una
mujer en su misma condición, gritaba para ir al baño. Se hartó y pidió que le
dieran de alta para retornar al penal.
…
Recuerda
los llantos de los primeros meses y pregunta a una de sus compañeras: “¿Cómo aguantaron
tanto, seguro les molestaba mucho?”. Se miran con alegría y complicidad, es que
aquí todas se apoyan, sus convicciones las unifican.
Cuantiosos beneficios
No
existe mayor ayuda económica para las internas por el hecho de ser madre. La
única dicha es criar a su hijo en sus primeros 3 años de vida.
Los
pabellones tienen dos y tres niveles y en ellos se enfilan las celdas de las
internas. Sus dimensiones son minúsculas de 2,5 m x 2 m, pero sorprendentemente
se acomodan de forma ordenada. El ambiente incluye el baño, tipo silo de
cemento, sin inodoro, y un lavadero pequeño; es utilizado también como ducha
por las dos internas que comparten la celda. El camarote, hecho de cemento,
colinda con el espacio de lavado. Huele a humedad, pero la limpieza y
organización de estas mujeres disminuye la incomodidad a la que están sometidas.
Los
hijos de las internas no son considerados personas. No se les asigna un espacio
y tienen que vivir hacinados en las pequeñas dimensiones de la celda.
Mucho
menos tienen lecho propio. El infante comparte con su madre la reducida cama de
una plaza. Iris se las ingenió y con la ayuda de dos sillas, una madera y un
pequeño colchón elaboró una cama para la pequeña Elena.
La crianza
El
INPE entrega un tarro de leche diario a cada madre y los demás gastos corren
por cuenta individual. Los exámenes y chequeos médicos de los niños son un
viacrucis. La salud del niño esta rodeada de requerimientos burocráticos: pedir
una solicitud en la que se indique fecha, hora y el familiar que recogerá a la
criatura, y esperar que esta sea aceptada.
Llegado el día, el familiar se presenta en la puerta pero el permiso no
está. Empieza una búsqueda desesperada por conseguir el permiso que se solicitó
con anticipación.
“Te
mandan de un lado a otro, ‘Vaya a Educación a decirle que manden el permiso’ cargando
una bolsa llena con las cosas del bebé y a este tus brazos. Llegas a Educación y
te dicen que el permiso ya se envió. Vuelves a la puerta principal para que te
digan que no hay permiso. Observas aletargamiento con el que los guardias
buscan el permiso, y cuando finalmente lo encuentran, debes retornar al tópico
para que revisen al niño. Mientras afuera espera el familiar para poder hacerte
ese favor.
No es el lugar deseado
La
cárcel no es el mejor lugar para criar a un niño. La madre no tiene la
“libertad” de decidir entre las opciones para su recreación o educación. Sin
embargo, crean formas de educación y generan las mínimas condiciones para el
desarrollo psicosocial de sus pequeños, aunque siempre bajo la mirada de las
técnicas del INPE. La infraestructura no
es adecuada y las autoridades no tienen ganas de recibir niños que causen más
trabajo e inversión.
…
Los
niños juegan en el patio montados en carritos, arrastrándose por el suelo o
pasan de brazos en brazos entre las internas y visitantes. Celebran a su modo
el día de visita.
Mientras
los niños corren en ese espacio limitado, le pregunto a Iris:
-
¿Crees
que lo niños son conscientes de que se encuentran en una cárcel?
-
Pienso
que los niños se dan cuenta de que esto es una cárcel y buscan salir, desean ir
a la calle. Es una contradicción porque quieren salir con la mamá. El espacio
les queda muy reducido, desean conocer, buscar y necesitan relacionarse con
otros niños.
No
todo es pena. Iris recuerda los momentos inolvidables que pasó al lado de su
hija.
-
Mi
niña es una criatura muy despierta, traviesa e independiente. Cuando tenía dos
años me decía la ropa que quería ponerse, combinaba el polo con la falda, era
un chiste escucharla pedir que la vistiera a la moda. Le gustaba pintar y
cuando tenía ganas iba a buscar a una compañera, cuando quería ver películas
buscaba a otra compañera que le gustara ver TV. Mi niña, al menor descuido,
agarraba los pinceles y hacía de las suyas, jugaba con arena, se ponía mugre,
jugaba con crema; lo bueno es que se divertía. Le gustaba mucho salir en las
actuaciones. Una vez bailó marinera y otra huaylas. Ella no se avergonzaba, era
la primera en iniciar el baile. Lloraba cuando le ponían poca música, porque
ella quería seguir bailando.
El
único problema fue que Elenita se acostumbró a tener varias mamás y cuando la
verdadera la resondraba, corría a llorar a los brazos de otra.
La separación
Es
una de las etapas más duras. Mientras celebras los tres años de tu niño, te
preparas para despedirlo y verlo esporádicamente
Le
pregunto a Edith Velásquez si se preparó para afrontar la separación con su
hijo:
-
Nunca
te preparas para la separación. Solo queda asumirla pensando en él. La herida
está ahí, muy presente, cicatrizarla es difícil, siempre va a permanecer. Es
muy doloroso para ambos y el efecto es muy grande emocionalmente.
Iris,
la madre de Elenita, tomó la separación de otra manera:
-
Sí,
sí, nos hemos preparado las dos, primero explicándole que ella a los 3 años
tenía que salir. Ella lo tomó como que cumplía su sentencia y saldría en
libertad. Le hacía dibujar en la pared cómo tendría que salir, luego con juegos,
por ejemplo: ella llegaba de visita, le preparaba un paquete y anunciaba su
visita. Me decía: “Hermanita ya llegué. Te he traído tu almuerzo, tu café,
traje un dulce pero no me lo dejaron pasar, se quedó en la puerta. Hermana,
invítame una taza de café con queque.”
Cuando
faltaban pocos meses, salía más seguido con la persona que se quedaría a vivir.
Ella pidió despedirse como lo hacían las compañeras al obtener su libertad. Que
le canten y que no lloremos. Así lo hicimos. Luego de eso me dedique a hacer
bastante trabajo intelectual y manual para no pensar mucho en mi niña. La
extraño, la llamo todos los días para conversar y decirle que la quiero.
Tras
“obtener su libertad”, no se sabe qué futuro que les espera a estos niños.
Muchos recordarán y extrañarán a su madre. Si no se les ha explicado
adecuadamente la situación, no entenderán y solo pedirán estar a su lado.
Enfrentarse a la sociedad con una carga como esta es todo un reto. Algunos
niños serán discriminados por tener a su madre en la cárcel, como sucedió con
el hijo de Edith en su colegio.
El
reloj marca las cinco de la tarde. Después de un día en el penal de Chorrillos
escuchando historia llenas de alegrías y tristezas, me siento con el corazón
cansado. Me despido de Iris, Edith y de las demás internas. Les agradezco por
abrirme su corazón y me marcho con pena. Sé que muchos dirán que son de lo peor,
que está bien que paguen por los delitos que cometieron. Yo no pienso en eso
ahora, sino en lo que conocí de ellas.
Enrumbo
hacia la puerta. Me topo con un teléfono público. Una madre está acompañada de
su hija tratando de hacer una llamada. La niña le ruega por introducir la
moneda en la ranura, pero la mujer la ignora y deja que su llanto retumbe en el
ambiente. Ella es de otro pabellón y lo noto por su desaliño. La pequeña viste
de rosado, tiene el rostro sucio y sus ojos reflejan tristeza.
-
¿Cuántos
años tiene?
-
2.
2
años, pienso, solo falta uno más para que sea libre. ¿Alguien te recibirá en
casa? ¿Alguien te lavará la cara?
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