Te quiero por tu plata: los dos lados del banco




Dejé de trabajar en el banco porque mi vida no tenía mayor sentido, no me hallaba en esas cuatro paredes plomizas que me mostraban una realidad mundana, rodeada de las miserias de la gente, de las riquezas de la gente, de la abundancia que genera un banco por sus diversos cobros por ‘mantenimiento’. Dejé el banco hace mucho y fue un alivio absoluto. No me sentía en un ambiente acorde a mí, me indignaba al ver las penurias de la gente por pagar un préstamo. Me remordía el sentimiento al ver que alguien que gana un sueldo mínimo encontraba menos dinero en su cuenta bancaria por haber accedido a un seguro fútil, que no le generaría ningún beneficio, aquellos llamados de protección de tarjeta.

Trabajaba en el área de atención al cliente, donde enfrentas de primera mano a cada uno de los clientes que odian y aborrecen al banco. Creen que tú eres el banco, que tú lo manejas, que tú tienes que solucionar todas las anomalías del sistema bancario. Puedo asegurar que para casi todos los trabajadores era una penuria insaciable tener que luchar en contra de esos inmisericordes clientes, sin embargo hay que poner buena cara.

El banco es dinero, plata, efectivo y es obvio que cada cliente vale más por lo que tiene en el bolsillo. Eso lo aprendí muy bien al atender, siempre ,primero al cliente VIP, porque tiene más dinero. Dejar de lado al ciudadano que gana un sueldo mínimo (sin contar los descuentos), aprovecharnos de su ignorancia para venderle algún seguro, con la única ilusión de que las innumerables ventas sean un pasaporte a un ascenso seguro.

Esta semana retorné a ese banco que me causó penurias y pocas alegrías, estas alegrías basadas en una recompensa material, las penurias sentidas por la fatalidad de un sistema capitalista. Retorné de otra manera, retorné como cliente, un cliente ínfimo para ese monstruo generador de dinero.

Como lo imaginé el trato que me dieron desde un inicio fue de lo peor. Al acercarme con la sub gerente de la agencia, para firmar mi contrato de cuenta sueldo, ella no me miró ni a los ojos, no alzó la cara, no mostró ningún rictus complaciente con mi presencia, era un simple robot que se resignaba a hacerme firmar unos papeles para concretar el hecho.

Supongo que tengo una pinta sencilla, supongo que no soy una presa gorda para obtener su pasaporte al ascenso, para ellos soy poco, menos que poco.

Las desdichas o mejor dicho las corroboraciones de mi buena decisión de dejar ese plantel de ilusiones, se acrecentaron al acercarme a la señorita de plataforma.
Noté su pose altamente déspota al verla tratar a un cliente de una forma insensible, poco amable, indiferente en todo su ser.  

Noté su mala vibra al dar los primeros pasos para acercarme a ese escritorio fulminante que soporta las firmas que llevarán a muchos al ingreso del hoyo consumista, sin retorno alguno.

Señalé que me acerba a recoger mi tarjeta de cuenta sueldo, me pidió mi DNI, me acercó unos papeles sin indicarme de qué se trataban, pero los reconocí, gracias al tiempo que trabajé en el banco, y firmé. Sin embargo, cuando me acercó un papel que no pude reconocer al instante, ella no me dijo qué era este papel, le pregunte a la señorita si es que se trataba de algún seguro,

Esto no es un seguro ¿no?- pregunté 

Acaso me has pedido un seguro, me has pedido una tarjeta de débito (toda la frase en un tono prepotente) 

He hecho una pregunta no una imputación- respondí- es que yo he trabajado en un banco.

No sé por qué dije la última frase, quizá para dar conocimiento de que sé las malas mañas que tienen algunos trabajadores. No los culpo, son parte de un sistema que los obliga a colocar productos fatuos para que así el banco obtenga las mayores ganancias. La presión es fuerte y sino vendes te vas.

Sin embargo, hay algunos desadaptados que persisten en conservar un trabajo que los hace miserables, atienden mal a los clientes, los odian, pero se mantienen en ese sistema por el dinero.

Es decisión de cada uno, personalmente no volvería trabajar en una agencia de banco, pero uno nunca puede decir nunca, ya que nunca se sabe por dónde te llevarán los caminos de la vida.

El banco es un horrible monstruo que tiene una fortuna indeseable creada en base de los seres más necesitados. El banco es un sistema de lucro para el bienestar de los pequeños grupos de poder, pero a pesar de todo el banco es un mal necesario en el que de una u otra manera caemos.

Conozco sus mañas y malas actitudes de atención. Sentir un cierto grado de aborrecimiento  hacia esa entidad y en el fondo ser feliz por no ser parte de aquel ente que valoriza a las personas por lo que tienen, no por lo que son. Alegrías que se dan por alejarme de ese sistema frívolo y retornar al otro lado, sin haberlo pedido.

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