Una súplica por tus palabras


Es una verdadera súplica, un ruego que llega a través de un correo, una llamada, o si se tiene suerte, una confrontación cara a cara. Utilizamos diversos medios para contactar a ese, a él, a ella, a quien sea que nuestras inclinaciones demanden. Con el único fin de conseguir respuestas a nuestras preguntas tendenciosas en una entrevista.

Es una verdadera batalla, la cual se inicia con todas la de perder, porque no eres nada. Eres un imberbe que comienza con sus primeras entrevistas y esperas que el demandado responda a tus súplicas.

Pero no te adelantes, no te adelantes, ya que para llegar al momento cumbre debes ser rechazado incontables veces. Un rechazo que se presenta con el silencio, con una respuesta inespecífica, una afirmación sin un día concreto, en pocas palabras, te huevean.

Sin embargo, para llevar a cabo esa entrevista, la cual cavilas con mucha ilusión innumerables veces, para llegar si quiera a ese momento en donde veras al informante cara a cara, debes ser rechazado, rechazado, rechazado, rechazado, porque sólo eres un estudiante de periodismo.

Una simple estudiante que espera con ansias el correo ganador, el número de teléfono ganador que te lleve al personaje deseado. A menos que conozcas al amigo, al primo, al hermano, al alguien que interceda por ti y muestre a una gran sonrisa a fin de que te dedique breves y preciados minutos de su tiempo.

Se debe tener diversas opciones a entrevistar para recibir diversos tipos de rechazos.

Sin lugar a duda, nuestra principal virtud debe ser la insistencia y conchudez, impulso que nos llevará a llamar, enviar correos, insistir, suplicar hasta que alguno de los muchos que tratamos de contactar acepte y se digne a dedicarnos un tramo de su vida. Aunque, finalmente no logremos contactar al deseado personaje, con el cual nuestra mente imaginó ese anhelado encuentro, debemos dar lo mejor en la batalla, ir preparados al rodeo.

La preparación es requisito indispensable, después de pasar por la infructuosa labor de conseguir al entrevistado, no eches a perder tu momento de gloria. No dejes mal tu nombre, ni tu pertenecía ese grupo ‘estudiantes de periodismo’, ya que otro coetáneo querrá su momento pero si tu performance es penosa, dudo que sea aceptado.    

Nosotros ganamos mucho, ganamos experiencia, perdemos entusiasmo, pero lo volvemos a recuperar al ser aceptados por ‘alguien’. Sin lugar a duda logramos una coraza ante el constante rechazo al que nos vemos expuesto, por eso debemos seguir preguntando con ahínco y determinación hasta que alguien, alguno acepte.

Sin quejas al rechazo, claro, porque al fin y al cabo ¿Qué ganan ellos? Acaso el único afán de esa entrevista no es ser intercambiada por una nota académica que exacerbe tu ego y en el ejercicio, aprender el oficio del entrevistador. Con suerte y afán podría ser publicada en algún medio, espacio o blog que algunos pocos leerán.

Pero existen algunos entusiastas, que con el fin de darnos ánimos, dicen que todos gustan ser entrevistados, porque todos tienes algo que decir y expresar. Puede ser cierto, porque en este mundo individualista pocos son los que escuchan al otro y muchos los que se escuchan a sí mismos.

Es por ello que existimos nosotros, los estudiantes de periodismo, quienes estamos en la búsqueda de aquel que ante nuestra insistente plegaria acceda a una charla, charla en donde sus palabras acapararán nuestra atención. Agradeceremos felices su tiempo, aunque seas el quinto al que acudimos y el único que se digno en contestar fehaciente nuestra petición.    

Mientras en nuestra mente sólo quedará la ilusa pregunta del ¿Cómo sería si habría entrevistado al que me rechazó? Aún hay tiempo.

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